Imaginemos una sociedad en la que,
por un acuerdo general, tácito o explícito, solo fabrica y consume productos
necesarios, útiles o eficaces. No se fabrican ni, por tanto, tampoco se
consumen productos que considerados inútiles, superfluos o innecesarios. En
estas categorías, entran, por ejemplo, muchos de los productos de higiene y
cuidado personal que nosotros, en nuestras sociedades, sí consumimos: cremas,
champúes, geles de mil colores, etc. También entran otras cosas como los
productos de limpieza, la comida procesada, los envases desechables, etc. ¿Y
los coches, los teléfonos móviles, los libros o los cohetes espaciales? ¿También
entrarían en la categoría de productos
innecesarios? Bueno, eso dependería de lo que esa sociedad hipotética
considerara necesario, útil y eficaz. Vamos a suponer que se trata de una sociedad que, aun siendo
bastante sobria en lo material, no tiene un modo de vida espartano, y valora
como necesario para la realización
personal el esparcimiento que proporcionan los libros, el conocimiento que
proporcionan los cohetes o Internet, y la comodidad que proporcionan los
coches. ¿Diríamos que una sociedad así es una sociedad de consumo?