viernes, 19 de septiembre de 2014

Crítica publicitaria: los juguetes

Los que ya estén familiarizados con el uso del término ‘necesario’ en este blog, ya supondrán que los juguetes son objetos que se pueden considerar necesarios. Ahora bien, ¿qué juguetes son necesarios? ¿En qué cantidad? Los mejores juguetes son los que sean divertidos para el niño -parafraseando y adaptando a Borges, solo hay un género malo de juguetes: los aburridos. Y, pasada la novedad del primer momento, muchos juguetes resultan ser bastante aburridos. Es verdad que saber con antelación qué juguete no va a cansar pronto a un niño puede ser difícil, pero prestar atención a sus reacciones pasadas y basarse en el conocimiento que tenemos de él es una buena guía. Hay que tener en cuenta, además, que, a ciertas edades, los mejores juguetes para un niño son los que sus padres, u otros, están dispuestos a usar para jugar con él. Respecto a la cantidad de juguetes, también es difícil determinar una cifra ideal. Pero casi todos convendremos en que tendría que ser muy inferior a la media que tiene un niño normal hoy en día. La consigna razonable es: en cada etapa, pocos juguetes y divertidos.

Sin embargo, la publicidad, como siempre, se encarga de vendernos lo que no necesitamos. También a los niños. Para ello, usan como reclamo la fascinación por lo nuevo, los diseños llamativos, las modas, los famosos, los dibujos de la tele, etc. Muchos anuncios de juguetes, por cierto, son de un mal gusto abrumador: colores chillones, música estridente con letras tontas y pegadizas, simplificación excesiva, abuso de tópicos, asignación de roles caducos y demás. Todo ello indica que no se dirigen precisamente al raciocinio. (La publicidad para niños es como una exageración o hipérbole de la publicidad para adultos). Y, claro, se aprovechan de la falta de capacidad crítica y reflexiva de los niños tanto como de la incapacidad de los padres de negarse a complacer a sus hijos. Así, el desastre está servido: un dineral gastado en juguetes que, además, ocupan mucho espacio, y niños aburridos pidiendo juguetes nuevos al poco tiempo.


¿Solución? Es difícil escapar a lo que se nos impone si no se hace nada para evitarlo. Como dicen, a grandes males, grandes remedios. Un primer paso para acabar con el consumo innecesario de juguetes es apagar la tele. Los niños, sobre todo los muy pequeños, son permeables y fácilmente fascinables. Sin anuncios, no hay deseo de lo anunciado. Además, las ventajas de apagarle la tele a un niño son innumerables y aún por descubrir. Cuando, de todas maneras, llegue el momento de cambiar los juguetes por otros, se puede recurrir al intercambio de juguetes con otros niños. Naturalmente, algo muy útil es aprender a decir ‘no’ a los niños (y, si por lo que sea, uno se siente mal al hacerlo y cree que debe compensar al niño por la negativa, que busque otras vías que no impliquen un consumo innecesario). A partir de cierta edad, se puede, sin embargo, razonar con los niños de modo que comprendan los motivos de la negativa. Pero quizás lo mejor que se puede hacer para que un niño acepte como natural el tener pocos juguetes es que vea que los demás -los padres- predican con el ejemplo. Pues, al final, ¿qué son los libros, los cd’s, la ropa, los aparatos tecnológicos y demás en cantidades ingentes sino otro tipo de juguetes?

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