martes, 13 de mayo de 2014

Una composición coherente

Hace un tiempo escuché – creo que por la televisión- que una de las diferencias más relevantes entre un ordenador y un cerebro es que, aunque se puede programar al primero para que identifique ciertas imágenes de objetos, el ordenador no tiene una composición coherente del mundo y el cerebro, sí. Por ejemplo, si, en una imagen de un paisaje, colocamos en el cielo una zapatilla voladora junto a los pájaros, el cerebro sabe reconocer inmediatamente que la zapatilla en esa situación es algo incoherente. En cambio, y pese a que un ordenador puede estar programado para reconocer una zapatilla entre otros objetos, no puede detectar si esa zapatilla que ha reconocido como tal está o no de manera adecuada entre las demás cosas. Es decir, un ordenador no puede detectar, al menos de momento, si una imagen de un conjunto de objetos presenta alguna incoherencia del tipo comentado. Un ordenador no sabe qué es lo que se puede esperar y lo que no se puede esperar en un contexto dado.

Esta propiedad que presenta el cerebro frente a los ordenadores es una propiedad muy importante y distintiva, una propiedad que podríamos considerar de tipo holístico: nos permite comprender conjuntos de cosas integradas en un todo con sentido. Donde los ordenadores solo reconocen una serie de objetos yuxtapuestos o reunidos, el cerebro reconoce una totalidad contextualizada. Que nuestro cerebro sea capaz de algo así contribuye a que los seres humanos seamos seres racionales de una manera en que los ordenadores (todavía) no lo son. Para los humanos, reconocer un objeto no es meramente saber identificarlo o distinguirlo entre una serie de otros tipos de objetos, es también saber identificar en qué situaciones y contextos se puede presentar ese objeto. Nuestro conocimiento es holístico, integrador, contextualizador.

Esta extraordinaria capacidad que tenemos puede presentar también ciertas desventajas, pues el contexto en que aceptamos o no algo como coherente también incluye el contexto histórico que nos ha tocado vivir. Así, imaginemos la sorpresa de los primeros que vieron o imaginaron que un artefacto de muchos kilos hecho por los hombres podría sostenerse y desplazarse por el aire durante mucho tiempo. Ahora vivimos en una época en que es coherente la imagen del hombre pisando la luna (bueno, quizá no todavía para todo el mundo), pero hasta hace poco esto habría sido rechazado como una incoherencia. Así que comprender ciertos contextos puede depender del momento histórico en estemos.


¿En qué momento nos encontramos ahora? Bueno, en un momento en que hemos llevado casi hasta el límite la capacidad de producción del planeta en todos los niveles. Estamos explotando los campos, los mares, los bosques, los recursos naturales en una medida que se ha vuelto insostenible a medio plazo. Creo que todos nos podemos hacer una composición mental clara de la situación. ¿Haremos como el ordenador y consideraremos cada elemento –el consumo excesivo, el agotamiento de los recursos, la pobreza de algunos, el despilfarro de otros, la extinción de especies y hábitats, junto con nuestra esperanza de un futuro mejor- como elementos separados, inconexos, que sucede que se presentan juntos? ¿O analizaremos la situación como lo haría un cerebro humano ante una imagen, reconociendo que ciertas cosas -el consumo excesivo, el agotamiento de los recursos, la pobreza de algunos, el despilfarro de otros, la extinción de especies y hábitats -forman un todo mientras que otras- la esperanza en un futuro mejor- representan una incoherencia colocadas junto a las primeras?

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