Hoy seguimos con la lista de cosas
que podemos hacer para empezar a revertir el agotamiento del planeta. Estas son
algunas:
(iv) Gastar la mínima energía
posible. Por desgracia, en nuestras casas, las instalaciones que nos hacen
llegar la energía ya están hechas y no suelen ser las de tipo más racional o
económico. Además, el consumo de energía de los particulares es mucho menor que
el de la industria, con lo que los particulares podemos contribuir poco a
disminuir el consumo energético global. Pese a todo, merece la pena mantener el
gasto energético de nuestros hogares al mínimo, pues, en este asunto, algo siempre
es mejor que nada. En el caso de la luz, ya se han repetido muchas veces
ciertos consejos como apagar las luces de las habitaciones donde no estamos,
desenchufar los aparatos que se quedan en modo standby, etc. En el caso del gas, y para aquellos que tengan un
calentador que no es automático, encender el piloto justo antes de usar el agua
caliente y apagarlo justo después puede reducir la factura del gas a la mitad. Sobre
la calefacción, tengamos el tipo de calefacción que tengamos, si vivimos en un
sitio con un invierno suave (como sucede en el mediterráneo), no hay necesidad
de usar la calefacción prácticamente nunca. Si estamos bien de salud, se puede
estar perfectamente dentro de una casa a 13 grados (con cierto abrigo). Lo
mismo para el verano y el aire acondicionado: solo deberíamos usarlo
excepcionalmente; en verano hay que pasar calor. Respecto al agua, todos
sabemos que es un bien escaso en el planeta y hay que usarla cuidadosamente.
Además, potabilizarla es un proceso costosísimo a todos los niveles. Es fácil
encontrar por ahí múltiples trucos para ahorrar agua (como reutilizar el agua
de la ducha o de la lavadora, etc.). En definitiva, se trata de gastar lo
indispensable.
(v) Conservar, reutilizar y
reciclar todo lo que podamos. Quizá lo más importante es intentar conservar
durante tanto tiempo como podamos las cosas que hemos adquirido. Así, solo
tendríamos que consumir una vez en la vida algunas de ellas. Este podría ser el
caso de muchos muebles y de cosas como la vajilla, la cubertería, la ropa de
casa, algunos electrodomésticos, etc. Si somos cuidadosos, lo único que se
opondrá a la conservación de las cosas será la moda. Pero seguir las tendencias
de cada temporada y no dañar el planeta no casan bien… Cuando ya no podamos conservar
algo por más tiempo, hay que intentar reutilizarlo como sea, dándole otro uso o
reutilizando al menos algunas partes. La última opción es el reciclaje de los
materiales de aquello que está totalmente roto o gastado y ya no podemos
reutilizar.
(vi) Al consumir, elegir la opción
más sostenible. Si no nos queda más remedio que comprar algo, elijamos lo más
sencillo, o lo que se ha producido más cerca, o lo que esté hecho con los
materiales menos elaborados. Lo más sencillo puede ser lo más incómodo pero
suele ser lo más sostenible. Por regla general, los productos con más
accesorios, mecanismos o partes no solo son habitualmente más caros y más
propensos a estropearse, sino que implican más contaminación y más gasto de
materias primas. Merece la pena prescindir de ciertas comodidades o servicios
(por ejemplo, en el caso de los accesorios de un vehículo o un
electrodoméstico). Igualmente, lo que se ha producido cerca del punto de
consumo suele ser más sostenible por el ahorro de transporte de supone. También
es preferible un producto con menos proceso detrás que un producto que necesita
muchos tratamientos (algunos de ellos serán, probablemente, tratamientos
químicos agresivos). Por desgracia, será muy difícil que un producto cumpla los
requisitos de ser el más sencillo, el que se ha producido más cerca y el menos
tratado. Y, claro, tampoco tiene por qué ser el más barato. En cada ocasión,
debemos elegir lo que nos parezca la mejor opción sopesando los diferentes
aspectos.
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