lunes, 20 de enero de 2014

La nacionalidad como seña de identidad

Todos encajamos dentro de múltiples categorías: desde unas más generales como ser vivo u Homo sapiens hasta otras más concretas como hijo de Fulanito. Es decir, cada uno de nosotros somos muchas cosas a la vez, nuestra identidad tiene muchas facetas. La identidad que tenemos es importante para saber quiénes somos y para relacionarnos con los demás. En definitiva, para ocupar un lugar concreto en el mundo. Ahora bien, cada etiqueta identificativa tiene un peso diferente según en el ámbito en que estemos. Dentro de un ámbito biológico general, en el que se compara a un individuo humano con un individuo de otra especie, la categoría Homo sapiens pesará más que, por ejemplo, la categoría haber nacido en Burgos bajo la que cae el individuo. En cambio, en otro contexto, esta última categoría puede pasar a ser más relevante.

En la entrada de hoy, quiero fijarme en el tipo de contextos y condiciones que hacen de la nacionalidad de cada uno la seña de identidad más relevante (o de las más relevantes). ¿En qué situaciones es importante la pertenencia a un determinado Estado o pueblo? ¿Por qué tendría que ser importante que Fulanito sea francés antes que marroquí? En primer lugar, fijémonos en que la nacionalidad, como muchas otras características que tenemos, no es algo que escojamos (al menos, la nacionalidad que tenemos al nacer). Es algo que nos toca en suerte, que tiene que ver con el lugar del mundo en el que nacemos. Sin embargo, pese a no haber hecho ningún mérito para tener una determinada nacionalidad, no es extraño que alguien diga que se siente orgulloso de ser francés o estadounidense.

¿Por qué la gente se siente orgullosa de haber nacido en Francia o en Japón y no se sienten orgullosos de haber nacido con los ojos verdes o de ser seres vivos? Bueno, la política, entendida en términos generales, se ha encargado de ello. A una cierta división de los territorios (división que podría haber sido totalmente diferente) se le ha hecho corresponder una división en las características de los habitantes de esos territorios. Y esa característica distintiva (ser francés frente a ser alemán, por ejemplo) se ha convertido en una propiedad muy importante en determinados contextos. ¿Cuáles? Los que tienen que ver con los derechos de los ciudadanos y de los pueblos, con la economía de los territorios y de sus habitantes, con los conflictos entre determinados estados o pueblos…. Por ejemplo, un francés, por el mero hecho de tener la nacionalidad francesa, tiene más derechos en Francia que un senegalés también en Francia. Esto a algunos les puede parecer del todo natural, pero de natural no tiene nada. ¿Por qué  ser francés en un determinado lugar del planeta tendría que ser más importante que ser un ser humano? Sólo hay una razón política detrás. Sería mucho más natural pensar que la Declaración Universal de los derechos humanos tiene que estar por encima de cualquier ley o derecho nacional.

Pero lo peor del énfasis puesto en la nacionalidad es el sentimiento nacionalista generado en la población. Las identidades colectivas no sólo son importantes para situarnos en el mundo sino que, siendo el hombre un animal social, son imprescindibles. Ahora bien, ¿por qué es más importante, en tanto que seña de identidad colectiva, ser francés que ser, pongamos por caso, de clase social baja? Pensemos por un momento seriamente si cada uno de nosotros tiene más en común con alguien de la misma clase social pero del país vecino, o con alguien de una clase social muy superior pero con la misma nacionalidad. ¿De verdad pensamos que, más allá de un sentimiento políticamente generado, hay algo que une a los diferentes individuos de cada nacionalidad? El sentimiento nacionalista carece de una base objetiva; sin embargo, ha sido el instrumento preferido por parte de ciertos poderes para enemistar a los individuos hasta conseguir que se maten entre sí. Las guerras mundiales del siglo XX no se entienden sin el nacionalismo, y el modo en que seguimos interpretando el mundo, tampoco.

3 comentarios:

  1. Buena reflexión, cualquier nacionalismo es una cosa “muy provinciana”.
    Me defino como varón español nacido en andalucía, es como un mero detalle para ubicarse geográficamente, que esas circunstancias no me hace mejor o peor, son mis actitudes y mis actos lo que hablarán de mí.
    El que resalta esas circunstancias, ese sí es peor.
    Decimos España ha ganado la copa ¡somos unos atletas! No, las han ganado los atletas que juegan en la selección del estado español y en su nombre, que no es lo mismo.
    Pero el “aldeanismo” es propio de los principios del hombre como animal poco evolucionado aún, que se agrupaba como medio de sobrevivir en la antigüedad.
    Evolucionamos, despacio, pero sin pausa evolucionamos.
    Un saludo


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    1. Gracias por tu aportación. Ojalá sea verdad que "evolucionamos" aunque sea lentamente; a menudo tengo la sensación de que involucionamos... Saludos Avalón

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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