lunes, 28 de octubre de 2013

Reflexionando a partir del efecto placebo y del efecto nocebo

Como amante de la objetividad, me fascina el efecto placebo. Tal efecto consiste en la mejora de un estado de enfermedad o malestar por parte de un sujeto cuando éste, de alguna manera, cree erróneamente que le está siendo administrada cierta terapia médica que incide directa y positivamente sobre sus síntomas. Así, por ejemplo, un paciente aquejado de alguna dolencia al que se le administra la socorrida agua con glucosa, haciéndole creer que se trata de un medicamento para su afección cuando no es así, sufre el efecto placebo si experimenta una mejora tras la ingesta. Como se sabe, el efecto placebo es un efecto muy comprobado y extendido. Pero eso no es todo; también existe el efecto nocebo. Este efecto complementa al efecto placebo y consiste en el empeoramiento del estado de salud o bienestar cuando el paciente (o, mejor, su cerebro) está convencido equivocadamente que ha sido objeto de algún tratamiento que causa ese empeoramiento. Así, por ejemplo, se produce el efecto nocebo cuando un paciente espera que cierto fármaco que ha tomado, digamos, y que es realmente inocuo, empeorará sus síntomas y, efectivamente, así sucede.

martes, 22 de octubre de 2013

Crítica publicitaria: la memoria y la publicidad

Muchas veces se ha destacado que una estrategia típica de la publicidad comercial es la apelación a nuestra parte más emocional; para ello, usa como reclamo el sexo, el triunfo social o la seguridad en uno mismo. No voy a discutir hoy el éxito de esta táctica, aunque tengo mis reservas sobre que esa estrategia funcione tan bien como los publicistas parecen creer. Voy a hablar de la apelación de la publicidad a una de nuestras capacidades conscientes y racionales: la memoria. La idea que hay tras esta táctica es simple: recordarnos la existencia de un producto. Una vez que un producto de una cierta marca es conocido, los anuncios nos van recordando periódicamente su existencia (y vigencia). ¿Qué consiguen estos recordatorios? Básicamente, otorgar al producto en cuestión un tipo de prestigio de los más valorados: el prestigio de mantenerse a lo largo del tiempo. Quizá el principal éxito publicitario de las marcas más grandes y conocidas es haber conseguido tener esa imagen de marcas-de-toda-la-vida (y no que pensemos que sus productos poseen las cualidades casi mágicas que insinúan los anuncios, pues nadie cree ni en la literalidad ni en la sugestiones de esos mensajes -salvo cuando hay apelaciones a la ciencia).

viernes, 18 de octubre de 2013

Un ejército de esqueléticos

Ayer, paseando por la Meridiana de Barcelona, vi una señora parada en medio de la acera con un aspecto sobrecogedor. Estaba exageradamente flaca, recordaba a un esqueleto. Inevitablemente pensé en las imágenes de los prisioneros de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial. Aparte de mí, un turista que esperaba en un semáforo también miraba a la señora de reojo como asegurándose que sus ojos habían percibido bien. Aunque la señora parecía pasar desapercibida para los demás, estaba visiblemente fuera de la normalidad. Imaginándome los motivos de su estado, barajé, claro, la posibilidad (bastante probable) de alguna enfermedad, pero quise hacer el ejercicio de suponer que estaba desnutrida por no tener medios económicos para alimentarse adecuadamente.

miércoles, 16 de octubre de 2013

¿Consumidores o seres racionales?

Los seres humanos tenemos muchas facetas. Entre nuestras facetas sociales, públicas, están, por ejemplo, la de votante, la de contribuyente, la de trabajador, y también la de consumidor. Ésta última es especialmente destacada en los análisis de las sociedades modernas. Estableciendo el paralelismo con nuestra condición de votantes, a menudo se recalca que nuestra condición de consumidores nos otorga un cierto poder: el de aumentar o disminuir la cuota de mercado de las empresas que nos venden los productos, y, en definitiva, darles o quitarles beneficios. Además, como ejercemos cada día nuestra condición de consumidores –a diferencia de nuestra condición de votantes, por ejemplo- parece que es una de las facetas que nos proporciona un mayor poder de decisión y de actuación. De hecho, el fenómeno de las asociaciones de consumidores ha nacido, crecido y encontrado su apogeo en la exaltación de esa condición nuestra, la de consumidores, que parece capaz de incidir en el mercado, la esencia de nuestra economía, de una manera que nuestra participación en política no parece poder hacer[1].

lunes, 14 de octubre de 2013

Historias nuevas

¿Qué tienen en común las historias que se detallan a continuación?

(1) Tras quedarse en paro y agotar la prestación por desempleo, X lamenta haber tirado en el pasado todo el dinero que malgastó en cosas que no necesitaba. ¡Si pudiera devolver ahora alguna de esas cosas inútiles y recuperar el dinero que invirtió en ellas…! X se ha prometido a sí mismo que, de ahora en adelante, aunque vuelva a tener un buen empleo algún día, no volverá a desperdiciar su dinero de esa manera.

(2) Tras haber estado a punto de morir en un grave accidente de coche, Y se da cuenta que lo más importante en la vida no es el trabajo, sino disfrutar de los seres queridos y apreciar el hecho de estar vivo y sano. Antes del accidente, la mayor parte del tiempo libre y de los esfuerzos de Y eran para su trabajo y no reparaba en nada más. Tras perder un ojo, valora más la salud y el cariño de los que le acompañaron en los peores momentos.

jueves, 10 de octubre de 2013

Elogio de la abstención

Un error habitual es hacer algo cuando es mejor no hacer nada. Abstenerse, omitir, dejar de lado, ignorar, pasar olímpicamente de algo, son muy buenas opciones en determinadas situaciones. Como ya empieza a ser habitual en este blog, paso a exponer un listado con algunas de estas situaciones:

(i) Una primera situación clara se da ante la tentación de consumir innecesariamente. Lo mejor, entonces, es abstenerse. Hay gente que tiene la idea que comprando esto y no aquello está ejerciendo su máximo poder como consumidor y enviando ciertos mensajes a las empresas comercializadoras. Aunque las decisiones sobre lo que uno compra son importantes y, efectivamente, pueden tener consecuencias, no hay que perder de vista que la máxima libertad, independencia y poder sobre las marcas (esto incluye todo, también las marcas blancas) es prescindir de ellas si no las necesitamos –y no las necesitamos.

martes, 8 de octubre de 2013

Una mala asociación: minimalismo y productividad

Veo que algunos autores que escriben en Internet están vinculando lo que ellos llaman ‘minimalismo’ con la productividad. Para ellos, el minimalismo consiste en desprenderse, siguiendo ciertos procedimientos pautados, de lo superfluo y excesivo en muchos ámbitos de la vida. Aparte de defender este estilo de vida (de inspiración new age y sin más argumentos), también defienden la productividad, tanto en el trabajo como en el tiempo de ocio (!). Me parece curiosa esta asociación entre el minimalismo y la productividad. Uno diría que el minimalismo bien entendido tiene que ver con el ahorro en general y con la ley del mínimo esfuerzo; en cambio, la productividad -con las connotaciones económicas que tiene- está asociada con la abundancia y con la obtención de resultados en un cierto plazo. Si se entiende el minimalismo como una consecuencia de una vida racional, como algo opuesto al derroche innecesario, entonces, la productividad no pinta nada ahí.

jueves, 3 de octubre de 2013

¿Un mundo como el nuestro?

Imagina un mundo en el que una élite poderosa gobierna el mundo. Esta élite tiene ciertos intereses económicos que defender y no le interesa que la gente sea libre a la hora de decidir qué hacer con su dinero. Lo que le interesa es que la gente gaste su dinero en ciertos productos, los necesite o no. Así, la gente se volverá dependiente de esas cosas y el poder de la élite se perpetuará. Para evitar que la gente haga lo que quiera con su dinero, la élite ha secuestrado la voluntad de las masas mediante diferentes métodos que van desde la administración (secreta) de drogas que anulan el raciocinio ante los objetos diana y potencian el deseo de su posesión, hasta sofisticadas técnicas propagandistas que incitan, explícita y subliminalmente, al consumo de esos objetos a todas horas.

Sin embargo, estas tácticas no funcionan con todo el mundo. Algunos pocos individuos no siguen los consejos publicitarios ni las modas impuestas al servicio del poder de la élite. Ni siquiera el sutil pero potente narcótico, capaz de aumentar el deseo de posesión material, que se administra a través del agua corriente y de ciertos alimentos, parece hacer efecto en estas personas. ¿Qué diferencia a estos individuos, que podemos llamar ‘especiales’, de los otros? Tras analizar el asunto, tanto la élite como los especiales llegan a la conclusión que hay un fenómeno inducible, al que llaman ‘alienación’, por el que algunas personas piensan y, sobre todo, actúan contra sus propios intereses y a favor de intereses ajenos. Pero esta explicación no explica nada: ¿por qué, bajo las mismas condiciones, algunos individuos están alienados y otros -los especiales- no?

martes, 1 de octubre de 2013

Cuando tiramos el dinero

Hace unos días veíamos que hay ocasiones en que nos obligan a tirar el dinero (por ejemplo, cuando tenemos que comprar en la farmacia 60 pastillas necesitando sólo 12). Pero, por desgracia, en muchas otras ocasiones, acabamos tirando el dinero voluntariamente, ya sea por un mal cálculo, por dejadez, por debilidad o por falta de crítica.

Repasemos algunas de esas ocasiones para ser conscientes de nuestros errores:

(i) Tiramos comida caducada o en mal estado. Generalmente por no planificar bien o porque nos puede el ansia de hacer acopio, compramos más comida de la que vamos a gastar en un cierto periodo. Como resultado, ésta se estropea y hay que tirarla.

(ii) Compramos por capricho. A veces compramos caprichosamente sin ningún otro motivo importante. No es raro entonces que lo que hemos comprado acabe aparcado en un rincón sin apenas uso.