lunes, 26 de agosto de 2013

Crítica publicitaria: la imagen de las mujeres en la publicidad

Una pregunta difícil e interesante sobre la imagen de las mujeres en los anuncios es la siguiente: ¿es esta imagen una construcción de la publicidad o no es más que un mero reflejo de la imagen que tiene la mujer en la sociedad o el imaginario colectivo? Si pensamos en la situación de las mujeres antes de la existencia de la publicidad tal como la conocemos, todo indica que era una situación objetivamente mala: las mujeres estaban discriminadas (respecto a los hombres de su misma clase social), y ya tenían, en el arte, en la historia, en la sociedad, una imagen estereotipada como madres, esposas, objetos de deseo, etc. Así que se podría decir que la publicidad actual recoge ese testigo y no hace más que reflejar una imagen previa que, con algunas modificaciones más o menos superfluas, ya arrastraban las mujeres en la realidad.

Efectivamente, en los anuncios se repiten continuamente los mismos clichés, ya viejos, sobre las mujeres y que, fundamentalmente, se reducen a dos: madres amantísimas y preocupadísimas por la suciedad, o mujeres (jóvenes) obsesionadas con estar guapas. Eso cuando la publicidad las muestra en un papel activo; cuando adoptan un papel pasivo, se limitan a aparecer como tías buenas que están ahí para atraer a los hombres. En definitiva, la mayoría de las mujeres de los anuncios o son madres o son mujeres muy guapas (últimamente, las primeras están ya dentro del grupo de las segundas). La publicidad es, entonces, un mero reflejo de los roles atribuidos tradicionalmente a las mujeres.

jueves, 22 de agosto de 2013

Crítica publicitaria: la ropa de marca en la prensa

La televisión es el medio de comunicación publicitario por excelencia, pero hay un cierto tipo de producto que tiene que ver con la imagen, la ropa y los complementos de vestir, que se anuncia sobre todo en las revistas. La ventaja de anunciar algo por la televisión es que se llega a mucha más gente que mediante otras vías y, además, ofrece imágenes en movimiento. En cambio, un anuncio en una revista o diario llega a relativamente poca gente y sólo ofrece una imagen fija. Sin embargo, en el caso de la ropa parece que basta con la publicidad en prensa porque por un lado, se pretende llegar a un sector relativamente pequeño de la población –la gente que concede cierta importancia a ir a la última- y, por otro, se dispone de un arte tan potente como la fotografía que suple cualquier desventaja respecto a la televisión. Pero, ¿qué intentan vender y a quién los anuncios de ropa que vemos en las revistas?

miércoles, 21 de agosto de 2013

Crítica publicitaria: la comida procesada

Crítica general
Ya he comentado alguna vez que ninguno, o prácticamente ninguno, de los productos que son objeto de la publicidad comercial en los medios de comunicación es realmente necesario. Nos intentan vender sólo nimiedades o accesorios. Se podría pensar que esto no sucede con los productos comestibles que se anuncian, ya que pocas cosas hay más necesarias que la comida. Sin embargo, no se anuncia un tipo de alimentos -los que consideramos alimentos de verdad- tales como los vegetales, el pescado, la carne, la fruta, los huevos, etc.; lo que se anuncia son cosas comestibles como natillas, magdalenas, embutido, turrón, galletas, leche, salchichas de Frankfurt, etc. La diferencia obvia entre el primer grupo y el segundo es que los productos del primer grupo no tienen ingredientes, son sencillos, mientras que los del segundo tienen varios ingredientes en su composición. Es decir, los segundos son productos procesados, elaborados a partir de los distintos ingredientes que se especifican en sus etiquetas.

martes, 20 de agosto de 2013

Crítica publicitaria: los productos de limpieza del hogar

Desde hace tiempo, la publicidad de los productos de limpieza para el hogar (productos como los limpiacristales, los friegasuelos, los productos para la limpieza del baño, etc.) nos quiere hacer creer que son necesarias una limpieza y desinfección exhaustivas de todos los rincones de nuestras casas. Este tipo de anuncios, como vimos en el post anterior, generalmente basan su estrategia en intentar justificar que el producto que nos quieren vender responde a una necesidad real y que soluciona un problema real. Bueno, hoy en día ya no hace falta que intenten justificar la necesidad de una limpieza extrema; simplemente se presupone que es algo necesario, y, en los anuncios, directamente se presenta el producto que consigue esa limpieza deseada. Pero hace algunos años era más habitual incidir en que un estado de limpieza aparentemente aceptable podía en realidad ser insuficiente: podía albergar millones de bacterias, ácaros, suciedad invisible -¡Ja, ja, ja!, ¡qué gran concepto!- etc. potencialmente muy peligrosos.

lunes, 19 de agosto de 2013

Crítica publicitaria

Hoy inauguro una serie de posts sobre la publicidad comercial de productos. Me parece que la publicidad juega un papel clave tanto en nuestra visión del mundo moderno como en algunos hábitos de conducta. Lo preocupante es que esos hábitos o esa visión del mundo no se correspondan bien con nuestros intereses, bien con la verdad. Como todos sabemos, la publicidad engaña, manipula y pretende inducir ciertos comportamientos. Sin embargo, pese a ser todos conscientes de las pretensiones de la publicidad, ésta muchas veces alcanza sus fines. ¿Cómo lo consigue? Siguiendo diversas estrategias, más o menos sutiles. Una de ellas, habitualmente poco sutil, consiste en apelar a nuestro lado más emotivo o subconsciente, asociando un determinado producto comercial con el éxito o la aceptación sociales. Otra táctica, más elaborada, consiste en apelar a la razón; por ejemplo, dando por sentada -o intentando convencernos de- la existencia de un cierto problema (generalmente inventado) para el que se propone una solución.

viernes, 16 de agosto de 2013

Una reflexión inicial sobre los objetos de consumo

Me fascinan las cosas. Muchas veces, considero un objeto que tengo delante y pienso en todas las posibles variaciones de tamaño, forma, color, etc. que dan lugar a otros objetos de ese mismo tipo. Tomemos, por ejemplo, este abanico rojo que tengo delante. Podría haber otro abanico igual pero de color verde, o de rayas de colores, o un poco más grande o un poco más pequeño. En el mercado encontramos una enorme variedad de cada tipo de producto. ¿Cuántos modelos diferentes de abanicos se comercializan? ¡Uf!, casi incontables; como si se quisiera cubrir todo el arco de posibilidades para los abanicos. Y esta descomunal diversidad, aunque puede ser mareante a la hora de elegir, es también fascinante.

martes, 13 de agosto de 2013

La moda y el consumo

Me apetece empezar a reflexionar sobre un tema aparentemente superficial pero enigmático: la moda. Me interesan los vínculos que tiene, entre otras cosas, con el consumo. Al pensar en la moda, me vienen a la mente dos concepciones distintas pero relacionadas de alguna manera: por un lado, la moda como el conjunto de usos y costumbres que todos, o prácticamente todos, seguimos y que hace que, por ejemplo, no vistamos o decoremos nuestras casas como en el siglo XIX; por otro lado, la moda como un conjunto de directrices más concretas que hace que algunos sigan o vayan a la moda (que lleven, digamos, pantalón pitillo en un momento determinado) y otros no (típicamente ciertos sectores de la población, como los abuelos, no suelen ir a la moda).

Lo que me parece que tienen en común estas dos concepciones de la moda es que ambas son elementos cohesionadores y homogenizadores de la población o de grupos de la población. Esto es claro en el primer sentido, pues nadie escapa a la influencia de vivir en la época que le ha tocado, y esa influencia hace que compartamos con nuestros coetáneos una cierta visión del mundo. Pero también en el segundo sentido, en el sentido en que la moda es algo efímero, cambiante de temporada en temporada, es un factor que unifica a la gente y contribuye a la aceptación social dentro de un grupo. Sin duda, muy pocos pueden vestir con la ropa que aparece en las revistas de moda, pero esas tendencias tienen su versión barata para la masa. Así, dentro de esta segunda concepción de la moda, hay dos niveles distintos: la moda de productos caros que sigue cierta élite, y su correlato barato, que sigue el vulgo. Un mundo es el que está plasmado en la revista Vogue; el otro, en las fotos del facebook de la gente corriente cuando sale de fiesta.

lunes, 12 de agosto de 2013

Una mirada racional a la salud

Hoy me gustaría escribir sobre la salud en general, un tema que me interesa en tanto que animal racional que quiere vivir lo mejor posible. Todos podemos coincidir en que una buena salud implica tanto una buena salud física como mental. Pero es difícil conocer tanto los pilares de una como de otra; podrían no ser iguales para todos ni tales como nos han hecho creer. A veces hemos oído que una buena salud mental implica, por ejemplo, una vida social activa y satisfactoria, pero esto podría no ser cierto para todo el mundo. Y lo mismo podría decirse del bienestar físico; quizá no todos los consejos sirvan para todos los cuerpos. Es más, en el tema de la alimentación, por ejemplo, tema estrechamente relacionado con la salud, los consejos de los expertos oficiales podrían haber estado mal encaminados en general durante mucho tiempo, tal como están apuntando ya muchos estudios. Entonces, ¿cómo procurar tener una buena salud? Me parece que hay, fundamentalmente, dos vías a seguir: informarse y prestar atención al propio organismo.

jueves, 8 de agosto de 2013

¿Para qué ahorrar?


Si no gastamos en cosas o servicios prescindibles, ¿qué hacemos si nos sobra dinero? Ahorrar, ¿no? Bueno, ahorrar es más razonable que gastar tontamente, pero, a fin de cuentas, ahorrar ¿para qué? Mucha gente ahorra durante un tiempo para acabar comprándose algo innecesario pero más caro que los productos de consumo habitual. Y esto tampoco parece razonable.

Antes de volver a la cuestión de qué podríamos hacer con los ahorros, me gustaría reflexionar brevemente sobre el ahorro mismo. La idea de ahorrar, de acumular, es indisociable de la idea de gastar, de consumir. De hecho, el ahorro es posible en tanto que hay un exceso de trabajo –que, en nuestra  sociedad, se traduce en un exceso de ingresos- respecto al gasto realizado. Y ese exceso de trabajo, un exceso sobre las horas de trabajo necesarias para vivir austera pero dignamente, está pensado para consumir productos prescindibles. El ahorro -en el caso de la gente honrada y trabajadora- es el fruto de la represión del impulso de consumir productos innecesarios. Pero, por otro lado, siempre es consumo en potencia.

martes, 6 de agosto de 2013

¿Incentivar el consumo irracional?


Supongamos que un individuo, A, tiene 10 camisetas para ir alternando. Todas están en buen estado, y, además, tienen un corte y unos colores atemporales, aunque con una media de 7 años de antigüedad. A no necesita más ropa. ¿Es racional animar a A a que compre algo que no necesita?

Imaginemos ahora que B es una persona que, movida por ciertas razones, ha decidido dejar de usar algunos productos considerados de higiene y cuidado personal como colonias, desodorantes, cremas, etc. Al cabo de un tiempo, comprueba, con un cierto asombro inicial, que esos productos no han servido nunca ni para ir más limpio ni para ser más guapo. En tal situación hipotética, ¿qué argumento podría presentar alguien para incentivar a B a consumir esos productos?

lunes, 5 de agosto de 2013

La compra de servicios innecesarios

                   
De la misma manera que compramos muchísimos objetos que no necesitamos -bien porque cubren necesidades artificiales, bien porque ya tenemos otros objetos del mismo tipo en número suficiente- también gastamos dinero en comprar o contratar servicios prescindibles. De nuevo, comprar algo innecesario (en un sentido laxo) es dedicar parte de nuestro tiempo de trabajo a algo que realmente no nos hace falta. Y parece una opción más racional prescindir de lo innecesario y trabajar únicamente para obtener lo necesario para vivir adecuadamente. Si en el ámbito del trabajo prevaleciera la ley del mínimo esfuerzo, de modo que nuestro trabajo sólo tuviera que cubrir lo necesario para vivir dignamente, tendríamos que trabajar muy poco y dispondríamos de mucho más tiempo para hacer lo que nos gusta. Desgraciadamente, trabajamos muchas horas porque tenemos que adquirir muchos productos y servicios que no necesitamos para nada.

viernes, 2 de agosto de 2013

La compra de objetos innecesarios


En este post quiero hablar de un tema al que volveré más veces: el dinero que gastamos en objetos absolutamente prescindibles. Todos podríamos mencionar multitud de ejemplos de este tipo de compras: ropa, aparatos tecnológicos, calzado, muebles, adornos, etc. No es que no haya que comprar nunca este tipo de objetos, pero comprar por seguir la moda, por tener más o por cambiar de objetos no parece muy racional. He aquí algunos de los razonamientos que me alientan a no comprar algo innecesario cuando se asoma el impulso de hacerlo:

(i) El dinero no es ni más ni menos que tiempo trabajado – esto, claro, para la gente honrada que tiene que trabajar para vivir. Y una compra no es más que una inversión de cierto tiempo de trabajo. Entonces, ¿merece la pena dar 2 horas de trabajo a cambio de una camiseta que no necesitamos? Yo tengo clara la respuesta.