viernes, 13 de diciembre de 2013

¿Por qué nos molesta el lumpen?

Hoy voy a hablar de un tema incómodo: el comportamiento desagradable del lumpen. Hace unos días, paseando por un puente, me crucé con un chico de aspecto marginal (de chabolista) que iba dando golpes con un palo en las varillas de la barandilla del puente  a medida que iba caminando. El ruido que hacía y su actitud resultaban molestos. Me acordé entonces de comentarios que he oído muchas veces sobre cómo este tipo de gente siempre da la nota, molesta o busca bronca. Incluso personas moderadas y no sospechosas de clasismo hacen este tipo de observaciones. Pese a que odio ciertas generalizaciones, creo que hay algo de verdad en estas percepciones. Y como me parece que es importante intentar comprender los comportamientos con los que nos encontramos, voy a intentar explicar por qué algunas personas marginales se comportan como lo hacen y por qué los que no somos marginales pero convivimos cerca de ellos les tenemos cierta manía.

Por lumpen o personas marginales entiendo un grupo de personas con ingresos inestables, sin trabajo (al menos un trabajo considerado respetable) y, lo que nos parece peor, sin ganas de tenerlo. Viven en medios urbanos, típicamente en los arrabales. El estereotipo de este tipo de personas sería un gitano que trapichea de vez en cuando y comete pequeños hurtos, con un nivel cultural muy bajo y sin acceso a ciertos servicios o condiciones de vida básicos para los demás. El medio en el que crece el lumpen está tan apartado en todos los aspectos del ideal social del ciudadano medio que las ideas imperantes de nuestra sociedad no calan en él. El lumpen sabe que la justicia no es igual para todos, que los pobres no tienen derechos, que trabajar es una esclavitud, que estudiar no sirve para nada… Las personas marginales saben todo esto porque el banco jamás les ha concedido un crédito -con lo que nunca pueden emprender un negocio o comprarse un piso o un coche, sus casas no se parecen a las casas normales, la cárcel siempre es una posibilidad cercana, la gente normal se aparta de ellos… El lumpen es el mejor ejemplo del determinismo socio-económico.

Pero, ¿por qué se comportan como lo hacen? -pensarán algunos. ¿Acaso está reñido ser marginal con comportarse educadamente? ¿Por qué siempre tienen que gritar, armar jaleo, etc.? Bueno, en cierto modo, ser educado y ser marginal es incompatible. El comportamiento educado, en tanto que una serie de reglas socialmente aceptadas, es algo estandarizado, algo para el ciudadano medio en condiciones sociales normales. Pero el lumpen está fuera de esas condiciones; los modales convencionales no son para él. Dicho de otro modo, sólo se espera que se comporten normalmente las personas normales; las personas no consideradas normales, no. Es más, para resaltar la normalidad frente a lo que no es normal, se espera que el lumpen no tenga comportamientos dentro de la norma. En este sentido, el lumpen se comporta como se espera de él. Es un caso típico de profecía autocumplida.

Además, el comportamiento poco educado de las personas marginales se refuerza por la tendencia de todo grupo encasillado (más marginal o menos) a reivindicarse  reafirmando su identidad. Así, por ejemplo, la vestimenta o el comportamiento similar de los adolescentes o de los miembros de las bandas juveniles acaba siendo un motivo de orgullo para ellos porque les da una identidad. Esta manera de expresar su identidad es la única que está a su alcance, aunque sea una identidad que perpetúe los clichés sobre ese grupo social. Algo parecido ocurre con el lumpen: al final, se sienten orgullosos de su estereotipo porque es lo único que los visibiliza socialmente. Resumiendo, el lumpen se comporta como se comporta porque se dan los fenómenos, ampliamente confirmados en otros ámbitos de la vida, de la profecía autocumplida y de la afirmación de la identidad.

¿Por qué, pese a que podemos intuir todas las consideraciones hechas hasta ahora, odiamos al lumpen? Porque ejemplifica algo que no nos gusta y que va contra lo que nos quieren inculcar: el determinismo socio-económico. Efectivamente, queremos pensar que trabajando y/o estudiando se puede llegar a ser alguien o ascender en la clase social. El lumpen nos muestra no sólo que esto no es aplicable a ellos, sino que, puesto que no es una ley universalizable, quizá tampoco es aplicable a nosotros mismos. El lumpen nos muestra cómo sería nuestra vida sin el crédito, sin la educación, sin el trabajo que tenemos. Es decir, sin las imposiciones del sistema para ser considerado normal (pobre pero normal).  La oposición entre la clase trabajadora y el lumpen es una oposición clásica: la clase trabajadora no soporta la holgazanería del lumpen, pues ella tiene que trabajar. Seguramente el odio al lumpen tiene un origen psicológico: no soportamos que los marginales sean como no nos está permitido ser a nosotros. Lo que molesta del comportamiento del lumpen es que se salta las normas, algo de lo que nosotros no somos capaces, ya que le damos demasiada importancia a ser aceptados como normales. Creo que parte del enojo que nos despiertan los marginales es enfado con nosotros mismos: no podemos escapar de nuestro rol de personas convencionales ni dejar de comportarnos como tales. Seguramente ellos también nos guarden rencor porque, aunque quisieran, no pueden entrar en nuestro grupo. Algunos creen que el lumpen nunca podrá de dejar de ser lumpen por la actitud que tiene; sin embargo, es más bien al revés: tiene la actitud que tiene porque nunca podrá dejar de ser lumpen.

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