lunes, 12 de agosto de 2013

Una mirada racional a la salud

Hoy me gustaría escribir sobre la salud en general, un tema que me interesa en tanto que animal racional que quiere vivir lo mejor posible. Todos podemos coincidir en que una buena salud implica tanto una buena salud física como mental. Pero es difícil conocer tanto los pilares de una como de otra; podrían no ser iguales para todos ni tales como nos han hecho creer. A veces hemos oído que una buena salud mental implica, por ejemplo, una vida social activa y satisfactoria, pero esto podría no ser cierto para todo el mundo. Y lo mismo podría decirse del bienestar físico; quizá no todos los consejos sirvan para todos los cuerpos. Es más, en el tema de la alimentación, por ejemplo, tema estrechamente relacionado con la salud, los consejos de los expertos oficiales podrían haber estado mal encaminados en general durante mucho tiempo, tal como están apuntando ya muchos estudios. Entonces, ¿cómo procurar tener una buena salud? Me parece que hay, fundamentalmente, dos vías a seguir: informarse y prestar atención al propio organismo.

Respecto a la información disponible sobre salud, tanto sobre la salud física como la psíquica, ciertamente hay demasiada… Pero tras buscar durante un tiempo y hablar con unos y con otros, tendríamos que llegar a conocer las principales ideas o maneras propuestas para promover la salud. En el caso de la salud corporal, casi todas las corrientes apuestan por defender una alimentación y actividad física adecuadas para preservar o recuperar la salud. La disputa viene a la hora de explicitar en qué consiste una alimentación y un ejercicio adecuados o saludables. En este punto, creo que lo sensato es escuchar los argumentos de las partes y, aunque no seamos expertos en nutrición ni en preparación física, decantarnos por el discurso que nos parezca más razonable.

Sin embargo, por convincente que sea una teoría sobre la salud del homo sapiens en general, cada uno de nosotros somos únicos y tenemos ciertas preferencias y maneras distintas de responder a los mismos estímulos. Así que también parece razonable estar atento a cómo responde nuestro organismo, tanto a corto como a medio-largo plazo, ante lo que hacemos. La idea es ir conociendo nuestras reacciones y sensaciones de manera que implementemos de modo personalizado la teoría que nos parezca verdadera.

Pero, ¡¿cómo?! ¡¿La teoría que nos parezca verdadera?! Bueno, hay que atreverse a cuestionar las teorías que se dan como verdaderas. Pero siempre con la cautela y el sentido común como guías. Si algo no nos parece verdadero, o adecuado para nosotros, hay que buscar información que avale esa intuición nuestra. Y la encontraremos. Pensemos que, al lado del discurso oficial, siempre hay otros discursos alternativos que, con el tiempo, a veces llegarán a ser el discurso establecido. Y ante los discursos alternativos hay que ser implacable aplicando nuestra capacidad de crítica y de raciocinio. Si presentan argumentos realmente más convincentes que los que presentan otros discursos, no hay que temer cambiar de opinión, aunque se vaya contra lo establecido. Yo he cambiado mi opinión respecto al modo saludable de alimentarse tras quedar más convencida por ciertos argumentos que por los argumentos defendidos desde el sector oficial.

Muchas veces, por decidido que creamos que está un tema, difícilmente se habrá dicho la última palabra y esto es especialmente aplicable al tema de la búsqueda de nuestra salud. Una cosa de la que estoy convencida es que, hoy en día, es legítimo y razonable aspirar a un estado de salud y bienestar como el estado normal, habitual. Y ese estado no es el resultado de ir al médico o de tomar muchas pastillitas, sino de seguir ciertos hábitos saludables para nosotros la mayor parte del tiempo. Observemos que los médicos y las autoridades resaltan la importancia de lo que llaman ‘medicina preventiva’ pero nunca o casi nunca la promueven (salvo cuando se trata de hacer ciertas pruebas médicas fuera del alcance de los pacientes).

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